
Mientras organizaba mi primer viaje por Europa tenía que unir el norte de Italia con París, así que decidí ir a pasar un par de días a la ciudad que eligió Jorge Luis Borges para descansar en paz.
¿Cómo puede ser que un tipo que tanto quiso a su país haya pedido ser enterrado en una ciudad tan distante a nuestra cultura, nuestras costumbres, nuestro idioma?
Una vez que llegué a Genève entendí todo. Absolutamente todo.


La ciudad la recorren caminando (completa) salvo que quieran ir hasta la Cruz Roja y el edificio de la ONU. Hay un mercado callejero de frutas, verduras, pescados, quesos y carnes en la plaza central que hace entretenido el recorrido. Ni te cuento si te gustan los quesos porque conseguís muchos hechos en casa, de esos que acá no te permite vender SENASA.
Así como todo en la ciudad es hermoso vas a toparte con precios muy elevados. El valor de las cosas es mucho más alto que en el resto de ciudades típicas turísticas de Europa (siendo que la moneda de ellos es menos fuerte que el euro). Y comer no es la excepción. Entre los lugares que frecuenté sólo les puedo recomendar uno con una relación precio calidad coherente para el bolsillo del caballero o la cartera de la dama.

Le Petit Chou™
Chez ma Cousine es un pequeñito restaurante con una ambientación súper acogedora que se hace más cálida cuando vas en invierno y afuera hace siempre menos de cero grados centígrados. La carta es casi inexistente y el fuerte es el pollo asado con papas y ensalada. Quizás no haya sido el mejor pollo que comí en vida, pero sí fue la mejor comida que comí en Ginebra por menos de 20 CHF (más o menos 20 U$S) con la bebida.


«De todas las ciudades del planeta, de las diversas e íntimas patrias que el hombre busca en el curso de sus viajes Ginebra me parece la más propicia a la felicidad»
Jorge Luis Borges y su placa en la calle Grand Rue Vecut, número 28.