
Si hubiésemos sabido que Nápoles era tan feo habríamos dedicado más tiempo a Sicilia. Porque el problema en las vacaciones (o en este caso la luna de miel) es el tiempo.

Por eso conocer la isla no es tan divertido como recorrer el norte italiano donde apenas te toma media hora o un poco más para ir de una ciudad a otra. Dado que uno no tiene todo el tiempo del mundo para recorrer conviene ser prácticos y dividir a Sicilia en norte y sur, y decidir qué parte recorrer.
Como Palermo es el principal punto de llegada por avión (Trapani tiene un aeropuerto cerca y Messina es la vía de entrada por tren), decidimos hacer base en el norte y recorrer sólo esa parte de la isla.
Sí, ya sé que Ragusa, Catania, Siracusa y Taormina son hermosos lugares para conocer. Pero teníamos 4 días y nos no disponíamos de un helicóptero para viajar de un lado a otro.
Antica Pasticceria Amato.



Acá te dejo mi receta por si querés hacer este mismo plato:
Antica Trattoria Pizzeria Enzo

Cuestión que nos sentamos y empecé a darle charla al dueño, que oficiaba de mozo, al punto que hablamos de política, mafia (tema típico para charlar en la isla), lugares para recorrer, Argentina, Italia y yo qué sé cuantas cosas. Al final ya eramos casi amigos, porque es fácil hacerse amigo de un tipo que tiene un restaurante donde ofrece un buen producto, con buena atención y a precios realmente accesibles.
Nos trajeron una linda tabla de antipastos variados a los que acompañamos con dos platos de pasta tamaño «Argentina» porque a diferencia de la costumbre del primero y segundo plato acá te sirven como para que elijas uno y comas hasta reventar. Evolución gastronómica orientada al público. Total para ellos era lo mismo y cuando vino la cuenta nos costó menos de lo que esperábamos gastar sentando el culo y charlando con buena gente.
Video-Receta: Amasar fideos caseros
Le Delizie di Cagliostro
Éste fue el primer lugar al que caímos en nuestros días por Palermo. A veces no sé si tenemos suerte o es el superpoder del olfato para detectar lugares donde uno puede comer bien. No te digo que fue la mejor comida del mundo pero merece ser compartida acá, donde mis hermosos seguidores están atentos a buena relación precio calidad a la hora de sentarse y llenar el buche.
Si bien no es un lugar barato tampoco es caro, aunque ver al dueño de joggins negros fue demasiado para una mente con imaginación. Ojo que pedís vino de la casa y te traen un litro, porque ante todo, son exagerados. No nos pareció caro porque la entrada (bruschetta di pomodoro) estuvo de más, aunque pensándolo bien fue fundamental para comenzar el viaje por la isla. Los Spaghetti con sardina estaban saladísimos y con MUCHO sabor a pescado, tal cual esperaba que se sienta el plato. Como meter la boca en el mar. Mientras tanto pichaba del plato de la Guerrillera unos cremosos y delicados fideos son crema de salmón ahumado de la cual acá tenés la receta.
Lo Sparviero

El lugar es simple, al lado nuestro había un par de mesas con chicos, lo cual demostraba que el público era más local que turístico. Arrancamos probando unas excelentes y ricas bruschettas mientras veíamos una situación extraña justo frente a la caja.
Llega un hombre, mediana estatura, caucásico, pelo corto, remera, campera de cuero, pantalón de jean, con aires de jefe supremo (aunque bien se notaba que era un pichi). Se pone a hablar con el dueño, abre la puerta de la cocina y saluda en general haciéndose el langa. Se sienta y le traen comida. Después discuten sobre algo que no logro entender del todo porque agarraba la mitad de las palabras del dialecto que decían. Mientras se daba esta situación nos llegaba una pizza siciliana, tenía exactamente el sabor que «imaginé» que tenía que tener con ese nombre. Esa mezcla intensa de sabores salados, amargos, picantes y ácidos que te hace pensar en Sicilia.
Intensa como la escena que estábamos viendo. No había ni gritos ni insultos. Era más bien un intercambio de poder, un arreglo. Para mí estábamos frente a un apriete de la mafia. O de la policía. Complicado separar a ambos.
Ya finalizando la comida me acerqué a pagar en la caja, más que nada para ver qué onda con todo eso. Un poco porque mi 50% italiano se sentía impotente, ultrajado, y mi 50% argentino quería exteriorizar la bronca armando quilombo contra este personaje nefasto porque, total, yo no era más que un turista al que no iban a volver a ver. En un intercambio básico de palabras y miradas, gestitos con los ojos señalando, y la mirada del hijo del dueño como de resignación, me di cuenta de que habas se cuecen en todos lados, y que una ciudad tan hermosa, con una gente tan dulce y pasional como el palermitano, todavía estaba castigada por el aislamiento…
